Resulta preocupante para quienes impulsamos la ola de regeneración pública iniciada en 2015 ver cómo el ánimo de la sociedad es un tanto desalentador. Desánimo que no solo es fruto de una pandemia mundial, sino de un cúmulo de realidades que nos han ido superando emocionalmente a todas y todos: la guerra entre Rusia y Ucrania, la inflación que dificulta nuestro día a día, los casos de corrupción que continúan descubriéndose a puñados y la estrategia de enfangarlo todo que la derecha ha iniciado para que toda la política quede desprestigiada y así poder seguir chupando del bote sin tener que cambiar ni su corrupción ni sus políticas.
Los bandazos constantes de quienes lideran los grandes partidos tampoco han ayudado a dar certezas en tiempos convulsos y movilizar una mayoría social a favor de nada. Cuando la política se siente teatro, no puede haber compromiso real del público. Las posturas neoliberales del PSOE distan enormemente de la valentía con la que se encaró la etapa de la moción de censura a Rajoy. ¿Oportunidad desechada? Aún estamos a tiempo de corregirlo.
En Sant Joan, el Partido Socialista comparte proyecto en lo esencial con PP, VOX y Ciudadanos. Se visibiliza en cada votación importante sobre el Plan General o en el planteamiento de proyectos como el del TRAM, cuyo trayecto se quiere modificar para favorecer intereses empresariales de ciertas promotoras. Es por ello que el reto a alcanzar es doble.
Por un lado, dar un giro a la resignación ciudadana y canalizar políticamente la indignación existente (¡que la hay!) y; por otro lado, lanzar un mensaje a un PSOE borracho de poder que debe recapacitar si tiene alguna aspiración de transformación progresista en Sant Joan, pues de momento solo han participado para legitimar un modelo de ciudad insostenible y una forma de gobernar absolutamente autoritaria y opaca.
Las manifestaciones al respecto en redes sociales se multiplican semana a semana: vecinos y vecinas de Benimagrell organizándose para proteger el centro histórico, críticas a la política de urbanización indiscriminada, a la falta de sensibilidad lingüística o recientemente a las podas agresivas que ha llevado a cabo el Ayuntamiento.
Sabemos que el deseo profundo del PSOE es la vuelta al bipartidismo (así lo manifestó Sandra Gómez en una entrevista de ÀPunt), pero esa no es una posibilidad real más allá de la nostalgia. Lo cierto es que ahora mismo nos estamos jugando la democracia tal y como la conocemos ante una pulsión autoritaria y fascista, y en este camino sabemos especialmente con quién no podemos contar.
Toda energía debe ir dirigida a la profundización de la democracia (con mecanismos de participación directa, más y mejor transparencia, proximidad e innovación en la gestión…), la transformación social y sostenible (con estrategias claras de transición energética y sobre movilidad, mejores servicios sociales y ayudas y una apuesta valiente por la igualdad) y la protección del territorio y el patrimonio (crear verdaderos corredores verdes, rehabilitar urgentemente la Casa Conde o convertir la Torre Ansaldo en un punto de referencia de “l’horta alacantina” que incentive la recuperación de la huerta y de productos locales tradicionales como el fondillón o el pan de Benimagrell).
Hay elementos para un proyecto que rompa el maniqueísmo izquierda-derecha y ponga en el centro a santjoaners y santjoaneres, que invite a reflexionar y a la acción, que enseñe que la diversidad es una riqueza y que potencie el diálogo con la sociedad, colocando la vanguardia de nuestro pueblo en posición de mejorarlo. Existen personas muy valiosas con un conocimiento y una pasión por su pueblo que merecen ser tenidas en cuenta en Sant Joan. Necesitamos de ellas para poder construir el modelo sostenible y democrático, arraigado a nuestras costumbres y sin complejos ni etiquetas. Las necesitamos para recuperar Sant Joan.
Esta oferta debe ir más allá de lo electoral, construir masa crítica y empoderar a vecinos y vecinas. Debe ilusionar y aportar seguridad y confianza en que un futuro mejor es posible. Solo así nos podremos dotar de certezas y combatir la nostalgia y la reacción agitadas por una derecha que simpatiza con el régimen de Putin, se pliega ante Marruecos y sueña con hacer de Sant Joan un cortijo más del que vivir eternamente sin pegar un palo al agua.
Sergio Agueitos